Les cheveux.

Este dúo empezó con un poco de humor, luego tomó un tono muy serio, empezamos a hacer algo cuadrado, y luego nos dimos cuenta de que no era eso, que buscábamos algo más explosivo y sucio.

El punto de partida fue el pelo, que surgía mucho durante nuestras improvisaciones. En la vida cotidiana nunca nos lo cepillamos, como tampoco nos depilamos, y todo eso creaba una cierta discrepancia en la escuela de danza, como  en las clases de clásico, donde existe todo ese ritual del moño, que nunca hemos conseguido hacer.

En la pieza, el ritual organizado en torno al trenzado es a la vez una forma de representar este deseo, en cierto modo no reconocido, de una feminidad más «clásica», y a su vez una oportunidad para subvertir los códigos, de ahí el uso de un artefacto, una peluca.

Esta contradicción da lugar, por un lado, a una estética rígida y marcial de la relación; por otro, a una estética explosiva en la que los cuerpos de repente necesitan respirar, redefinir el espacio hasta poder chocar. 

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